martes, 12 de febrero de 2013

'¿Y si vivimos todos juntos?'




'¿Y si vivimos todos juntos?' ('Et si on vivait tous ensemble?'; Stéphan Robelin, 2011). Esa es la pregunta que se hace un grupo de amigos septuagenarios: vivir en comunidad como alternativa al geriátrico; anteponer la calidad a la duración de la vida. Ellos son el insurrecto Jean (Guy Bedos), casado con Annie (Geraldine Chaplin), Albert (Pierre Richard), casado con Jeanne (Jane Fonda), y Claude (Claude Rich), fotógrafo, viudo y dado a las mujeres de compañía. 
La película deconstruye algunos de los mitos existentes sobre los ancianos, como la fragilidad que los jóvenes les presuponemos o su falta de implicación con los problemas actuales, aunque se ensimisma centra en el de la sexualidad: nuestros mayores también practican sexo. Tenemos escenas de cama con una hiperflexible Geraldine Chaplin y  charlas sobre masturbación y fantasías sexuales cortesía de Jane Fonda para demostrarlo.



Prácticamente todo el film está narrado en clave de humor, y de ahí devienen sus virtudes y defectos. Se disfruta el tono sarcástico de los diálogos donde, más que los personajes, son los propios actores quienes ironizan sobre su vejez, en un ejercicio autoparódico que recuerda al que llevan a cabo los iconos del cine de acción de los 80 en la saga 'Los mercenarios'. Hasta ahí bien. Sin embargo, incurre en el error de mostrarnos una vejez idílica, con personajes que parecen vivir en una burbuja, inmunes a los problemas del mundo (que no de la edad, ojo). Nos muestra una única cara de la realidad, apartando la vista de la otra, de modo que uno no llega a creerse la historia, y mucho menos como representativa de la ancianidad de hoy en día. Se encuentra a años luz de otras producciones que han tratado el tema de la senectud, véase 'Gran Torino' (id; Clint Eastwood, 2008), véase ‘Amor’ ('Amour'; Michael Haneke, 2012), de la cual ya os habló mi compañero Big Dabi.

Es en el apartado interpretativo donde gana puntos. Jane Fonda está brillante, sobre todo en las escenas en que habla sobre su sexualidad ante un incómodo Daniel Brühl ('Good Bye Lenin!' -aquí la crítica de Xema00- 'Malditos bastardos'), que cumple en su papel de cuidador/compañero joven del grupo. Destacable también la actuación de Pierre Richard, que, poniéndose en la piel de Albert, traslada a la pantalla de manera muy convincente la evolución de su degeneración cognitiva.

¡Que dejen de pensar que los viejos son asexuados!
El propio director firma el guión, en el que abunda la sobreexplicación por boca de los personajes de todo cuanto se ha visto, se ve y se va a ver. Añadiendo a esto el constante subrayado de su función desmitificadora y la práctica ausencia de drama, nos queda un producto entretenido, previsible, bien actuado y de fácil digestión, pero que no todo el mundo conseguirá tragarse.

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