Después
de tanta publicidad masiva, tantas opiniones polarizadas y tanto éxito
financiero, finalmente me decidí a pagar mi entrada para ver Lo imposible, la
nueva película del director Juan Antonio Bayona (El orfanato). Para los pocos que no hayáis oído hablar de ella, narra la historia de una familia española que sufrió el tsunami que
arrasó las costas de Tailandia en 2004. No tengo intención de destriparos el
argumento. O al menos, no demasiado (ya se ha encargado Telecinco de hacerlo
por mí), así que voy a ir directamente con la valoración.
Para
empezar, no me gustó nada que, siendo ésta una película de producción
principalmente española, con un director español, y sobre una familia española,
contrataran a actores angloparlantes. Entiendo que lo hicieran, por cuestiones
de marketing, pero yo soy de los que piensan que tenemos buenos actores en
España, solo que claro, no tienen tanto prestigio y no atraerían a tanta
audiencia.
El
apartado técnico es realmente notable, en especial, aunque no exclusivamente,
la escena del tsunami, probablemente la mejor de la película. El problema es
que esta escena, tan bien rodada, tan real, y prueba suficiente de que Bayona
sabe cómo manejar las cámaras, sucede en el minuto diez y dura más bien poco.
Luego se desarrolla cerca de una hora y media donde se nos presentan las
tribulaciones de los cinco supervivientes, María (Naomi Watts, La señal, 21 gramos), Henry (Ewan McGregor, Trainspotting, Moulin rouge)
y sus hijos. Y aquí es donde empieza a fallar.
Tres
son los principales problemas del guion de Lo imposible. El primero de ellos
es la falta de contraste. Los actores protagonistas están escogidos para gustar
a la cámara (tres niños encantadores, un rubiaco de ojos azules y una MILF que
enseña la teta cada vez que puede). Si tenéis interés, echad un vistazo a
alguna foto de la familia real, la que vivió el tsunami. Nada que ver, claro
está. Además, y aún más grave, todos los personajes que aparecen en la cinta
son el paradigma de la bondad, de la generosidad, de la amabilidad. Todos y
cada uno. Se ayudan, se protegen, se aman. Incluso los desconocidos con los que
interactúan. El resultado es increíblemente superficial y muy poco creíble, ya
que hasta las buenas personas tienen algo de maldad. Algo, un mínimo aunque
sea. En cambio, estos personajes parecen sacados de una novela pastoril. Solo
uno (uno muy secundario) rompe esta armonía: un padre de familia que no quiere
dejarle el móvil a Henry porque le queda poca batería. Este hombre, que solo
intenta sobrevivir en una situación desesperada, es retratado como la
personificación del mismo Lucifer al lado de tanto derroche de solidaridad. Un
enfoque, a mi parecer, enormemente frívolo y manipulador.
Esto
nos lleva al segundo problema: la manipulación. Esa necesidad spielbergiana de
obligar al espectador a llorar en cada momento. No basta con que la familia
haya sufrido un tsunami, no. El guionista se obsesiona con recalcar cada cinco
segundos que están asustados, que se aman con locura, cuando, creo yo, que es
algo bastante evidente. La espontaneidad brilla por su ausencia, todo sabe a
prefabricado, a rancio, a melodrama. Y cuando una película se pone en este
plan, cuando un guion te obliga a emocionarte, conmigo consigue el efecto
contrario. Hastío. Aburrimiento. Y mucha rabia. Mención especial merece el
momento en el que la gente empieza a animar a Henry a llamar por teléfono. Todo
muy sentido. Y absurdo, muy absurdo.
El tercer
problema, aunque no menos importante, es la falta de profundidad. Los
protagonistas son grises, carentes de carisma, simples bocetos de tipos
idealizados hasta la saciedad e incapaces de cometer errores. No tienen alma. Y
si ellos son planos, mejor no hablar de los secundarios. Tengamos en cuenta que
este tsunami mató a decenas de miles de personas, pero el guionista parece
olvidarse de todos ellos. A veces aparece alguno, dice tres frases y
desaparece. Un poco de compromiso, coño. Hay centenares de historias paralelas
que se podrían haber explotado. El resultado habría sido mucho menos insípido.
A pesar
de todo esto, la cinta no es un desastre, ni mucho menos. Como ya he dicho, el
apartado técnico es soberbio, ya no solo por los efectos visuales sino por el
buen uso de las cámaras y lo natural de la escenografía. El ritmo de la narración
es bastante bueno, haciendo la historia ágil la mayor parte del tiempo. Y las
actuaciones son bastante decentes, sobre todo teniendo en cuenta que ninguno de
los actores tenía mucho con lo que trabajar. Watts es la que más destaca,
seguida de cerca por Tom Holland (que da vida a Lucas, el hijo mayor), que es
capaz de huir de todo el melodrama del guion y aportar una interpretación
natural y verosímil. Entre los dos cargan con casi todo el peso de la película
de una forma más que respetable, ya que McGregor no está demasiado inspirado.
Cabe también mencionar la breve aparición de la enorme Geraldine Chaplin, que
vuelve a brillar, como de costumbre.
Conclusión:
El éxito financiero lo tiene asegurado, ya que le da al espectador ocasional lo
que quiere ver: mucho amor, muchas lágrimas y el morbo que suscita una historia
real de estas características. No es mi intención obviar completamente sus
méritos, porque los tiene. Pero, en definitiva, y como suele pasar con esas
películas que podrían haber sido mejores de lo que finalmente son, sus defectos
se dejan ver más que sus virtudes.
Puntuación:
6.25/10
Dudo que una película como esa me haga derramar alguna lágrima, eso es debido a la nula aparición de la mejor actriz de todos los tiempos. Sí, os estoy hablando de Meryl Streep,la cual, es la única persona que junto a Clint Eastwood puede hacerte despertar ese sentimiento de tristeza/añoranza hacia alguien que amaste. Por ello, queridos amigos cinéfilos, os recomiendo ver la película "Los puentes de Madison".
ResponderEliminarSaludos. i <3 u MERYYYL !!
http://userserve-ak.last.fm/serve/_/24636479/Meryl+Streep+meryl_streep.jpg