domingo, 22 de diciembre de 2013

El Hobbit: La desolación de Smaug (2013): La más floja de la saga.


Cuando Peter Jackson confirmó hace más de un año que El Hobbit iba a adaptarse en forma de trilogía, la gente se echó las manos a la cabeza. Todo el mundo dijo que era imposible sacar tanto metraje de un libro tan corto, que extender la adaptación de esa forma no era más que una forma fácil de hacer dinero, que Jackson y su equipo la iban a cagar, en definitiva. Pues bueno, tras ver la segunda parte de esta trilogía, El Hobbit: La desolación de Smaug, empiezan a confirmarse las sospechas que nacieron con la primera parte: que el mundo tenía razón. Diez años han pasado desde la magistral El Retorno del Rey, y Peter Jackson ha decidido celebrarlo regalándonos una película que, si bien es decente, puede considerarse la más floja de sus adaptaciones del mundo de Tolkien.


La primera parte de la trilogía, El Hobbit: Un viaje inesperado, ya pecaba de duración excesiva, y en esta entrega Jackson ha cometido el mismo error. La historia se extiende y se extiende y después se extiende más, de forma totalmente innecesaria. Buena parte del argumento, especialmente en la segunda mitad de la cinta, se alarga hasta hacerla durar el doble de lo que debería. Es decir, no solo haces tres películas por tus santos cojones, sino que además haces que duren más de dos horas y media cada una, y si para ello tienes que inventarte hilos argumentales que no existen en las obras de Tolkien, te los inventas y punto. Que no es que las escenas estén mal construidas, pero el juego sucio de Jackson es demasiado obvio. Especialmente frustrante es el trozo en la Ciudad del Lago, donde la compañía tarda media puta hora en infiltrarse para que al final los descubran y los reciban como a reyes tras una arenga que no viene demasiado a cuento y que, dicho sea de paso, no está a la altura de lo que estamos acostumbrados a esperar tras la trilogía original.


Y es que Jackson comete un error garrafal: se olvida completamente de que lo que está adaptando es El Hobbit, y no El Señor de los Anillos. El primero es un libro de aventuras, marcado por un tono mucho más alegre y mucho más ligero que el segundo, un tono que sí supo captar con solvencia en Un viaje inesperado. En La desolación de Smaug, en cambio, tanto el guion como la fotografía se ensombrecen sin previo aviso, todo es más oscuro, más triste, y de golpe y porrazo se nos traslada a una Tierra Media desoladora que no debería existir hasta 60 años después. Pero eso no es todo. Jackson tiene la mente tan metida en la trilogía original que a menudo olvida por completo la existencia de Bilbo, el verdadero protagonista del libro, todo en favor de la épica y la intensidad. Tal vez el objetivo de ciertos  hilos argumentales, como la escapada de Gandalf a Dol Guldur, era conectar ambas trilogías, o muy probablemente, una forma más de añadir metraje. La cuestión es que esa épica y esa intensidad no tienen lugar aquí, porque lo único que consigue es facilitar las comparaciones entre ambas trilogías, y eso no beneficia en lo más mínimo a La desolación de Smaug, que, como es obvio, palidece completamente al lado de cualquiera de las originales. Por si fuera poco, también se comete el error de calcar a personajes de El Señor de los Anillos. Los personajes de Alfrid (un Grima venido a menos) y Bardo (un Faramir al que se le dedica muchos más minutos de los que merece) son los mejores ejemplos.

Y hasta aquí lo malo. Y es que tampoco sería justo lapidar La desolación de Smaug, porque a pesar de sus errores hay que admitir que cuando Jackson acierta, lo hace a lo grande. La inclusión de Legolas y Tauriel en la historia funciona de maravilla, más que nada porque ayuda a reincorporar lo que tanto se echaba en falta en Un viaje inesperado: la acción. Los elfos siguen siendo los personajes más trucados de todo el legendarium de Tolkien, y gracias a ellos, la cinta despega y nos regala escenas realmente brillantes, destacando entre ellas la genialísima secuencia de los rápidos. La reconstrucción de la Tierra Media sigue siendo maravillosa, desde los hermosos paisajes naturales al inteligente diseño de Esgaroth, pasando por las casas élficas del Bosque Negro, la imponente fortaleza de Dol Guldur y la solemnidad de Erebor. Y luego, tras cerca de una hora y media, aparece Smaug, posiblemente el dragón más espectacular que he tenido el placer de ver en la gran pantalla, para darnos la mejor escena de la película. En cuanto a la banda sonora, sigue siendo espléndida, como de costumbre.


A nivel interpretativo no hay nada que reprochar. Martin Freeman es un Bilbo estupendo, sin duda alguna el hobbit más interesante (y más útil, todo hay que decirlo) de toda la saga de Tolkien. Ian McKellen lleva tanto tiempo haciendo de Gandalf que lo interpreta como si fuera su segunda piel, y Orlando Bloom está decente (aunque los años le pesen) en su regreso como Legolas. Evangeline Lilly está muy bien escogida como la elfa Tauriel, un personaje inventado especialmente para el cine, algo típico, pero que no desentona. No me creo ni por un instante su anodino e inverosímil romance con el enano Kili, pero creo que es más culpa del guion que de los actores. Por su parte, Richard Armitage ha sabido mejorar con respecto a su aparición en Un viaje inesperado, encarnando a un Thorin más tridimensional y más digno, mientras que Lee Pace es un buen (aunque breve) añadido como el rey elfo Thranduil, un personaje que aún no está demasiado desarrollado pero funciona en líneas generales.


Conclusión: Tengo que admitir que salí algo decepcionado del cine, más que nada porque me esperaba una película excelente, cosa que está lejos de ser. Eso no significa que sea mala, ni mucho menos. Como ya he dicho, La desolación de Smaug me parece la entrada más floja de la saga, por su duración excesiva, su inadecuada tenebrosidad, algunas malas decisiones argumentales y un cliffhanger demasiado cortante, pero a pesar de sus defectos fui capaz de disfrutarla, porque siempre es un placer para mí ver el universo de Tolkien trasladado a la gran pantalla con tanta majestuosidad y tanto respeto, aunque esta vez Peter Jackson se haya tomado, quizá, demasiadas libertades. Solo espero que sepa compensar este pequeño traspiés con una gran tercera entrega.


Puntuación: 7.25

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