The host. Basada en una novela de la infame
autora de la saga Crepúsculo.
Dirigida y adaptada por el irregular Andrew Niccol. Protagonizada por la prometedora
Saoirse Ronan. Una patada en el hígado de 120 minutos. Es difícil, muy difícil
que yo me arrepienta de ir gratis al cine. Pues bien, este engendro del séptimo
arte lo consiguió en un tiempo record. Solo habían pasado quince minutos. Y aún
quedaba mucho, mucho por sufrir.
Empezaré
diciendo que Niccol no es un cineasta fiable, ni mucho menos. Ni como director,
ni como guionista. Es cierto que suele tener muy buenas ideas, que algunas
veces le salen bastante bien (es el caso de El
show de Truman, probablemente el mejor guion que ha escrito) y otras,
quedan desaprovechadas (In time es el
ejemplo más claro). Pero siempre han sido ideas originales, y si alguien cuya
mayor virtud es la imaginación tiene que recurrir a la adaptación de una novela
de Stephanie Meyer, está claro que no está pasando por su mejor momento.
En The host, Meyer planteó una historia
que, a priori, da bastante más juego que el amorío insoportable de Edward y
Bella. Un futuro distópico en el que los humanos han sido poseídos por una
especie alienígena, haciendo que dentro de cada cuerpo habiten dos conciencias:
la humana y la extraterrestre (o “alma”). La protagonista, Melanie Stryder
(Saoirse Ronan), es poseída por un alma que se hace llamar “Wanderer”, con el
fin de localizar los últimos focos de resistencia humana, pero poco a poco
comenzará a simpatizar con los humanos. Hasta aquí la idea no está mal, pero el
guion no la plasma como debería. Algunos detalles de la sociedad son
interesantes, como es el caso del mercado sin marcas comerciales, pero son
pinceladas mínimas, que no resultan llamativas porque el ritmo es lento y tedioso
desde el principio de la cinta. Los personajes son insípidos, tanto los humanos
como las almas, y los actores, inexpresivos. Los flashbacks están mal montados, y tampoco interesan. Y para colmo, Meyer nos tiene que meter
una historia romántica verdaderamente bochornosa que se acaba convirtiendo prácticamente en la trama principal, en la que, ojo al dato,
Melanie está enamorada de un chico y Wanderer, de otro. Sí. Este triángulo (o
cuarteto, no sé cómo llamarlo) amoroso protagonizará escenas de vergüenza
ajena, de no saber si reír o sacarte las tripas. El momento “besadme los dos, a
ver si Melanie vuelve” me dejó en shock.
La resolución de la historia es,
como podemos esperar, previsible, edulcorada y chapucera, aunque no voy a desvelarla aquí para no fastidiaros la sorpresa a los pobres diablos que la vayáis a ver. Por no hablar de los agujeros
de guion que el acabado Niccol va dejando cada cinco minutos. Un volcán dormido
con un montón de espejos y un campo de trigo dentro. ¿Qué? Buscadores que usan
coches brillantes que se ven desde el quinto infierno. ¿Están subnormales? Persecuciones
que se abandonan porque, bueno, porque sí. En The host, las cosas simplemente suceden. No esperes explicaciones.
Una mención
especial merece el desastroso y abusivo uso de la voz en off, probablemente el mayor
de los defectos de la cinta, más que nada porque da lugar a los diálogos más
risibles y vergonzosos que he visto en muchísimo tiempo. No es serio. La voz de
Melanie sonando mientras Wanderer pone caras (no muchas, tampoco) y responde,
con frases brillantes del rollo “No, no lo hagas. Lo tengo que hacer. No. Sí.
No.” Todas estas proezas nos acompañarán durante dos eternas e insufribles horas.
De verdad, qué puto tumor de guion.
Poco más se
puede mencionar. La banda sonora es sumamente olvidable, y las actuaciones,
como ya he dicho, también. Y me da lástima por Saoirse Ronan, la verdad, porque
aún está construyendo su carrera y prestarse a algo así ahora no le beneficia
nada. Sus dos planísimos intereses amorosos son bastante mediocres, y Diane
Kruger pasa sin pena ni gloria por la pantalla. Su personaje es el supuesto
antagonista de la película, pero a decir verdad, no se le percibe como una
amenaza en ningún momento. Así de sosa es. Y visualmente, aunque el realizador
se muestre elegante en algunos momentos, la verdad es que no hay ni un solo
plano original.
Conclusión:
Wanderer dice en cierto momento algo así como: “He vivido mil años, no quiero
vivir más.” Pues yo he visto tu película, zorra. Yo sí que no quiero vivir más. Ni siquiera me habéis hecho reír. Os
odio, hijos de puta. Odio a cada uno de los que han participado en esta pedazo
de mierda que ni una adolescente oligofrénica sería capaz de disfrutar. Odio que
me invitaran al cine. Odio haber aceptado. Odio a Stephanie Meyer por haber
escrito la semilla que daría lugar a una película aún peor que cualquiera de Crepúsculo. Y a partir de ahora, odio a
Andrew Niccol por dedicar su tiempo a esto y hacérmelo perder a mí. Paso de
extenderme más, la verdad. No la veáis. Ni aunque os regalen la entrada con un Bollycao. No seáis tan gilipollas como yo.
Puntuación:
2.75/10
Hace quince años Andrew Niccol era una promesa, y ahora hace cosas como The host. Y sí, es muy mala, pero peor que Twilight... No sabria decirte.
ResponderEliminarToda la razón, absolutamente toda. La única diversión que pude obtener fue la de mis propios pensamientos acerca de la bazofia que estaba viendo. Comentarios de estilo: Diane Kruger no encuentra a los humanos porque necesita a Harry Potter, que es el mejor buscador. Y cosas así.
ResponderEliminarDe verdad que sacar a la luz algo tan abominable debería ser delito.
Tan sólo añadir que me encanta tu blog.